Se separó un poco sin soltarle, levantó la cabeza y le miró a los ojos, no pudo evitar sonreír, y el también sonrió. En ese momento, sabía que no necesitaba nada más que ver su sonrisa, tan tímida y dulce, para sentirse bien, para ser feliz.
Se acercó a sus labios, cerró los ojos y le besó suavemente, no había prisa, ya le tenía a su lado, y tenerle era todo lo que necesitaba. Se separaron lentamente, intercambiaron sonrisas y volvió a abrazarle fuerte, como si por arte magia fuera a provocar que no se separaran nunca, apoyando su cabeza en sus hombros le susurró un te quiero, que fue seguido por varios besos.
Y allí, feliz entre sus brazos, deseó que el tiempo se detuviera.
Y allí, feliz entre sus brazos, deseó que el tiempo se detuviera.
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