Los días de verano estaban llenos de optimismo, calor, amor, palabras bonitas, días enteros juntos y algún que otro roce, pero nada que no solucionaran casi al momento.
Eran días preciosos en los que las sonrisas eran las que reinaban en el rostro de los jóvenes, su optimismo y felicidad cuando estaban juntos se dejaban ver en todo momento, sin duda estaban disfrutando de algo maravilloso.
En la mirada de ambos había un brillo especial, algo que mostraba que su unión era especial, algo que mostraba que su unión era especial, algo que no se podría romper con facilidad.
La joven había pensado en ocasiones anteriores que estaba enamorada, sin embargo descubrió que se había equivocado siempre, pues era ahora cuando estaba sintiendo amor de verdad, era ese el momento en el que se daba cuenta del verdadero significado de enamorarse, y era mucho más maravilloso de lo que se había imaginado. El sentir esas famosas mariposas en el estómago cada vez que se veían, o ese nerviosismo cada vez que se rozaban, eran sensaciones únicas e indescriptibles, era algo que no había sentido antes y que le encantaba. Adoraba cada momento con él, así como cada sensación que disfrutaba en su compañía.
A lo largo del verano, aquel muchacho fue ganando mayor importancia en la vida de la joven, tanto que al final del verano el joven era su principal prioridad, lo más importante de la vida de la muchacha, el cual dejaría todo, no había nada más importante para ella, cambiaría cualquier cosa por poder pasar un solo segundo más con él, era todo lo que necesitaba para ser feliz.
